Ante todo, Seguridad Internacional quiere expresar su más sentido pésame por las víctimas del atentado terrorista que se acaba de cometer en el corazón de Barcelona, una de las ciudades más abiertas, acogedoras y tolerantes del mundo, que ha sido sumida en la barbarie yihadista por aquellos que no entienden de amor, respeto y compasión por el prójimo. La Ciudad Condal ha sido forzada a unirse a un club selecto, pero con gran potencial de crecimiento, de ciudades europeas y mundiales atacadas por la yihad global.
Esta breve reseña no tiene el objetivo de informar sobre una situación y una operación (la policial) que están en plena evolución. Los datos varían a cada instante, como el número de víctimas mortales, aunque por desgracia es seguro que las ha habido. De nuevo, nuestras más sinceras condolencias a los familiares de esas víctimas de las que, por el momento, desconocemos sus nombres. Y en cuanto a la escena de un Guardia Urbano sujetando a una niña en sus brazos… No comment.
El objetivo de estas líneas no es otro que elogiar, apoyar e infundir ánimos a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, desde el primer minuto, están realizando una labor encomiable. Los atacantes no saldrán de esta, de eso pueden estar seguros. También queremos destacar la rapidez con la que se ha calificado al ataque de hoy como lo que realmente ha sido, un ataque terrorista en toda regla.
España no solo cuenta con una gran experiencia en la lucha antiterrorista en comparación con otras víctimas europeas del terrorismo, sino que cuenta con unas autoridades políticas, policiales y unos medios de comunicación más clarividentes que en otros países golpeados por supuestos dementes.
Desde Seguridad Internacional y desde muchos otros círculos vinculados a la seguridad, la inteligencia y el contraterrorismo se venía avisando de que lo ocurrido hace unas horas era algo inevitable, algo que iba a suceder tarde o temprano. Muchos se preguntaban, incluso, por qué aún no había ocurrido, por qué aún no atacaban en España o en una ciudad tan abierta como Barcelona, donde, a pesar de los precedentes de Niza, Berlin y Londres, ni siquiera se han colocado bolardos para evitar atropellos con vehículos, y a cuya red de metro puede acceder cualquiera, transportando lo que quiera.
Ya en una ocasión, un directivo perteneciente a la empresa pública que gestiona el transporte metropolitano, descartaba preocuparse sobre la seguridad en los autobuses públicos en Barcelona aduciendo que es una ciudad muy tranquila y que lo que sugeríamos que podría ocurrir no había ocurrido nunca antes, por lo que para qué preocuparse.
Unos meses atrás, sin ir más lejos, en un programa emitido por la televisión autonómica catalana, de la que no quiero ni escribir el nombre, un alto cargo de un cuerpo de policía, autonómico para más señas, afirmaba que en Cataluña la amenaza islamista no era de importancia, que en Cataluña no teníamos ningún Molenbeek al estilo bruselense, que a lo sumo solo había ‘puntos de interés’ (sic).
Justo en la escena posterior, una analista del Real Instituto el Cano aseguraba que la provincia de Barcelona es el epicentro genérico de la actividad yihadista en España. Ahí queda eso. Hace unas semanas atrás, en una reunión de alto nivel, alguien, de cuyo nombre no quiero acordarme, nos volvió a repetir aquello de es una ciudad tranquila, no hay peligro.
Al terminar estas líneas se acaba de confirmar la autoría del atentado, reivindicado en las redes sociales por el Estado Islámico, o como quieran llamarle, porque aunque nombres tiene muchos, su objetivo es uno y el mismo —destruir a todos los que no son como ellos.
Una vez más, nuestro más sentido pésame por las víctimas mortales, nuestros deseos de pronta recuperación a los heridos, especialmente a aquellos de más gravedad, y nuestra apoyo incondicional a las FCSE para que rematen la faena lo antes y lo mejor posible.
Viva Barcelona y sus gentes, viva España.