Por Olavo Freitas Mendonça
El reciente ataque de las milicias islamistas financiadas por Irán contra objetivos estadounidenses en Irak, ante el que Washington ha respondido de manera tajante, pone de manifiesto las conexiones globales del terrorismo islamista, cuyos tentáculos se extienden hasta América del Sur. Es por ello que Brasil debe estar preparado para combatir dicha amenaza de la manera más adecuada.
El terrorismo es el uso de la violencia contra población civil para causar daño, dolor y sufrimiento con el fin de alcanzar objetivos políticos y de poder. Su origen moderno se remonta a la Revolución Francesa, en el período del Terror Jacobino implantado por Robespierre. El terrorismo encuentra su motivación en una determinada ideología y en el fanatismo político o religioso. En la actualidad está presente en casi toda América del Sur, en conexión directa con el crimen organizado.
La mayor amenaza es el narcotráfico en relación con las guerrillas de extrema izquierda, que producen la droga, y los cárteles del crimen organizado responsables del transporte y refinación de la misma y su distribución al consumidor final. Tan solo la producción de clorhidrato de cocaína asciende a 200.000 toneladas anuales en Sudamérica. Como colofón, el siglo XX fue testigo del surgimiento de la amenaza del terrorismo islamista en el continente, principalmente en la triple frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay.
El marxismo-leninismo de inspiración soviética y cubana es el maná ideológico de las narcoguerrillas, grupos que saturan las sociedades con drogas con el fin de corromperlas y esclavizar las voluntades, con el objetivo último de hacer triunfar la revolución comunista. Iniciaron sus operaciones en 1964 con las FARC en Colombia, donde se volcaron en la producción de drogas a gran escala. Como resultado, la guerra civil colombiana se cobró 262.000 vidas humanas.
Los cárteles, por su parte, surgieron en conexión directa con el narcotráfico. Ellos reciben, refinan y transportan grandes cantidades de droga desde y entre los países productores hasta el consumidor final. Su objetivo es corromper al Estado y obtener ventajas financieras. Comenzaron a operar en los años 60, pero fue a partir de 1980 cuando intensificaron sus actividades. En Brasil son los principales responsables de los 60.000 homicidios anuales que se cometen y de la muerte de los 350 policías que, de promedio, son abatidos todos los años. Se estima que suministran cocaína a 2 millones de consumidores.
Los grupos terroristas yihadistas llegaron por primera vez a Sudamérica aprovechando la ola de inmigración musulmana desde Oriente Medio y África de los años 60. Su modus operandi es la infiltración de miembros radicales en países sudamericanos para establecer bases de apoyo para acciones futuras. Tienen como objetivo establecer el Califato Mundial Islámico e imponer la sharía. Iniciaron sus operaciones en la década de los 80, con un notable incremento de la actividad en la siguiente década. Estos grupos están establecidos y prosperan dentro de las comunidades, a la espera del momento para entrar en acción. El mayor atentado en la región ocurrió en Argentina en 1994, causando 85 muertos y más de 300 heridos en la Asociación Mutual Israelita Argentina (foto).
Las conexiones entre crimen organizado y terrorismo se retroalimentan mediante el tráfico de drogas, el robo a bancos y furgones blindados (a menudo movilizando a decenas de delincuentes armados con fusiles de asalto y explosivos, aterrorizando ciudades enteras), los delitos financieros y el blanqueo de dinero. Por lo tanto, la lucha contra estos grupos debe adoptar estrategias cuya complejidad esté a la altura del problema.
Las soluciones deben incluir el control reforzado de la inmigración y del tráfico fronterizo (instando a la creación de una guardia militar fronteriza semejante a la italiana Guardia di Finanza), la lucha contra el consumo de drogas y la incitación a su consumo, el enfrentamiento directo contra los cárteles, la adopción de sanciones contra países que promueven el terrorismo o no lo combaten y, finalmente, la creación de foros de discusión permanentes que reúnan a policías, agentes estatales y expertos en la materia para coordinar acciones conjuntas entre los países de la región.
Olavo Freitas Mendonça es Mayor de la Policía Militar del Distrito Federal (PMDF) y destacado experto en seguridad ciudadana. Asimismo es asesor internacional en contraterrorismo y lucha contra el crimen organizado y miembro del Instituto Monte Castelo.
Traducido del portugués por Juanjo Alarcón
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