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El presente artículo nada a contracorriente del pensamiento morboso generalizado, según el cual China invadirá Taiwán por la fuerza de las armas, sin encontrar resistencia alguna o reducida a su mínima expresión, para finalmente vencer, de manera rápida y holgada, a taiwaneses, estadounidenses, japoneses o a quienquiera que navegue por el estrecho de Taiwán el día en que se desate el órdago rojo.

Nadie en su sano juicio puede poner en entredicho este dogma, aunque cuente con sólidos argumentos en contra y pueda razonarlos. En consecuencia, quien les escribe no se encuentra en su sano juicio, dispone de firmes argumentos en contra de la opinión generalizada y se dispone a razonarlos.

Taiwán no es Ucrania

A pesar de no ser un tema obviado por los medios de comunicación, la invasión rusa de Ucrania ha devuelto a la actualidad las noticias sobre una inminente —así nos lo aseguraron desde el principio— invasión comunista de la isla de Taiwán, donde sita el gobierno de la aún existente (parece que muchos no lo saben o no lo recuerdan) República de China.

No obstante, transcurrido un año desde el inicio de la invasión rusa, la República Popular China no solo no ha cumplido con la palmaria profecía, sino que además sigue desaprovechando la inigualable oportunidad que la guerra le brinda, al mantener a Estados Unidos y la OTAN ocupados en aquel teatro de operaciones de Europa Oriental.

Algunos analistas creen que China está siguiendo muy de cerca el modo en que Estados Unidos actúa ante el desafío planteado por Putin en Ucrania, y que tomará buena nota de la reacción de Washington y de la OTAN ante el oso ruso.

A decir verdad, tales expertos no andan errados, pero sí yerran al afirmar que la guerra en Ucrania será el factor que determinará si Pekín decide lanzar una invasión anfibia a gran escala contra Taiwán.

La razón es que, sea cual sea el desenlace en Ucrania y a pesar de su imagen de superpotencia militar invencible, China carece aún de la capacidad militar necesaria para invadir Taiwán en un futuro a corto y medio plazo.

¿Será Taiwán el próximo país en ser invadido? Nuestro análisis refuta esta posibilidad.

Operaciones militares distintas

Si bien es cierto que China puede lanzar una lluvia de misiles y bombas y emplear tácticas de guerra híbrida para debilitar Taiwán antes de poner pie en la isla, cabe recordar que la pequeña ínsula está armada hasta los dientes y que entre ella y el continente no existe frontera terrestre, sino una franja de mar, el estrecho de Taiwán, que sería minada ipso facto por los taiwaneses nada más entrar en guerra.

Por tanto, por muy poderosa que China sea, hecho que nadie niega excepto esta pluma, si pretende ocupar el territorio insular solo podrá hacerlo mediante un desembarco anfibio a gran escala, lo cual representa una operación militar totalmente distinta a la que el ejército ruso ―o Putin, según la narrativa de los medios― acomete en suelo ucraniano.

No obstante, el morbo por que se desate un conflicto armado entre las dos orillas del estrecho de Taiwán viene siendo alimentado desde hace años por el Comando del Indo-Pacífico de Estados Unidos, el cual nos advierte de la paulatina creación de las fuerzas necesarias por parte de China para invadir y someter a Taiwán, apuntando a que podría ser tan pronto como en 2030.

Así, a bote pronto, no parece imposible cumplir con un plazo tan ajustado a tenor de la inquebrantable determinación de China por reunificar Taiwán con el continente y realizar el ansiado sueño de ‘Una sola China’ (sí, hay dos).

Sin embargo, dicho análisis se basa en una percepción errónea fundamental sobre la capacidad de la Armada china (AEPL) para lanzar un ataque anfibio a gran escala y, más importante aún, que resulte exitoso.

Si China lanzara una operación de semejante envergadura contra Taiwán, cabría formularse las siguientes preguntas: ¿qué necesitaría China en términos de fuerzas de combate y niveles de fuerza? ¿Cuenta con la superioridad numérica y las capacidades militares y logísticas necesarias?

De no ser así, ¿cuándo podría tener organizadas esas fuerzas que se contarían por cientos de miles de efectivos y miles de barcos y lanchas de desembarco?

Hasta la fecha nadie ha abordado con éxito el estudio de estas cuestiones. Los estudios existentes se han centrado en el cómo (por mar, sí, ya lo sabemos), pero no en los requisitos específicos en materia de recursos tanto humanos como materiales necesarios para la invasión.

Antecedentes bélicos desfavorables a la RPC

De hecho, existen dos precedentes de intentos de invasión fallidos a territorio bajo control de Taiwán, que no a la propia isla de Taiwán.

En 1949, recién terminada la guerra civil en suelo continental entre los comunistas de Mao Zedong y el bando nacionalista del Generalísimo Chiang Kai-shek, el hasta la sazón victorioso Ejército Popular de Liberación (EPL) lanzó el primer asalto anfibio de su historia para tomar el pequeño archipiélago de Quemoy (Kinmen), a tan solo 2 km de distancia de la isla de Xiamen (Amoy), esta última ya en manos de la RPC.

La Batalla de Quemoy, conocida en Taiwán como la ‘Batalla de la playa de Guningtou’, tuvo lugar de los días 25 a 27 de octubre de 1949, pocas semanas después de que Mao proclamara la fundación de la República Popular China desde el balcón del edificio de entrada a la Ciudad Prohibida frente a la plaza Tiananmén.

El desembarco anfibio fracasado sobre la isla Quemoy/Kinmen.

La operación acabó en un completo desastre para las hordas rojas. De los 20.000 efectivos destinados a la invasión, solo 9000 consiguieron desembarcar mediante 200 lanchas previamente confiscadas al ejército nacionalista.

El resultado fue la humillante derrota de tres regimientos del EPL a manos de un contingente nacionalista que, téngase en cuenta, se había retirado a aquel archipiélago tras sufrir sucesivas derrotas en el continente.

El fracaso en la Batalla de Quemoy supuso un duro golpe para la moral del EPL puesto que demostró su incapacidad para llevar a cabo un desembarco anfibio exitoso.

El segundo desembarco, también fallido, se produjo en la Batalla de la isla de Dengbu, en el archipiélago de Zhoushan (Chusan) frente a la ciudad de Ningbo. El conflicto transcurrió del 3 al 5 de noviembre de 1949 y resultó en otra victoria de la República de China.

De nuevo, unos 20.000 atacantes sucumbieron ante un número desconocido de defensores nacionalistas que infligieron una pérdida de 3600 hombres al bando continental, prácticamente la misma cifra que en la batalla de Quemoy (3800).

Sin embargo, a la postre, la República de China se vio forzada a retirarse cuando el EPL obtuvo la superioridad aérea sobre el archipiélago, quedando la isla de Dengbu bajo control de la República Popular China.

En Quemoy fueron hechos prisioneros 5175 soldados del EPL.

Antecedentes bélicos favorables a otros

A decir verdad, Taiwán sí ha sido invadida con éxito tanto por ejércitos de dos dinastías chinas como por tropas estadounidenses, francesas y japonesas (¡en dos ocasiones!), pero en ningún caso por la República Popular China, la sedicente superpotencia que según muchos analistas y expertos puede invadir y someter Taiwán cuando lo desee, sin apenas activar sus glándulas sudoríparas. Imaginamos, por tanto, que la razón por la que aún no lo ha hecho es debida a que el desafío no es lo bastante grande.

Imaginamos, también, que la controvertida visita de Nancy Pelosi a Taiwán se realizó mediante una manipulación holográfica por televisión, de lo contrario no logramos entender cómo su avión eludió el tan cacareado sistema antiacceso/denegación de área (A2/AD) que China ha erigido sobre sus islotes terraplenados en el mar del Sur.

Bromas aparte, la visita de Pelosi demuestra que en Taiwán se puede pernoctar sin ser inquietado. Podría, incluso, servir de reclamo turístico: ‘Visit Taiwan, it’s safe!’ Y por lo que a nosotros respecta, lo es. Solo hay que colocarse tapones en los oídos para no escuchar los fastidiosos ladridos del can pekinés, pero no existe peligro real de mordedura.

Nancy Pelosi recibida por la presidenta de la República de China, Tsai Ing-wen, en el palacio presidencial en Taipéi. Tras ellas, el retrato de Sun Yat-sen, fundador de la República.

Volviendo a las invasiones exitosas de la isla de Taiwán, si obviamos las ocupaciones española y holandesa, las cuales fueron más un proceso de colonización (efímero en el caso español) que el producto de invasiones militares mediante sendos desembarcos anfibios, entonces contabilizamos seis invasiones exitosas con sus respectivos héroes y villanos —el general Coxinga, el almirante Shi Lang, Estados Unidos, Francia y el Imperio del Japón.

Taiwán nunca había sido incorporada de manera formal a China por ninguna de las dinastías anteriores a la manchú (dinastía Qing). Más aún, la gloriosa dinastía Ming (1368-1644), inmediatamente anterior a la Qing (1644-1912), había incluso reconocido, de manera indirecta pero clara, que no consideraba Taiwán parte de su territorio en respuesta a un capitán de navío holandés que solicitó permiso para desembarcar en las islas Pescadores, justo en frente de Taiwán.

El gobierno Ming, en su misiva, advirtió a los holandeses de que no pusieran pie en las Pescadores, por estar bajo su soberanía, pero que, en cambio, sí podían desembarcar en Taiwán si así lo deseaban.

En 1661, el general Coxinga (o Koxinga), corsario de madre japonesa y fiel hasta su muerte a la dinastía Ming frente al invasor manchú, lanzó desde la isla de Quemoy/Kinmen, hoy bajo soberanía de la República de China, un exitoso asalto anfibio contra Taiwán para liberarla de la ocupación de ‘los bárbaros pelirrojos’, es decir, los holandeses.

Tras la rendición de aquellos, Coxinga instauró el reino de Tungning, monarquía hereditaria que gobernó la isla hasta 1683, año en que su último monarca, Zheng Keshuang (segundo nieto de Coxinga) fue derrotado por nuestro siguiente personaje.

Coxinga aceptando la rendición de los holandeses en el Fuerte Zelandia, cerca de la actual ciudad sureña de Tainán.

El almirante Shi Lang, llamado en China el ‘Libertador de Taiwán’, marino a las órdenes de Coxinga antes de jurar fidelidad a la nueva dinastía Qing —de la que Coxinga había huido a Taiwán por su fidelidad a la dinastía Ming—, emprendió en 1683 un desembarco anfibio, también exitoso, para incorporar la isla a la jurisdicción y soberanía de la a la sazón flamante dinastía manchú, la última en gobernar China.

En aquella operación, Shi Lang movilizó unos 300 juncos y 20.000 efectivos para el asalto, empezando por las islas Pescadores, y derrocó la dinastía hereditaria iniciada por Coxinga al establecer el reino de Tungning tras expulsar a los neerlandeses.

Como anécdota, Shi Lang fue el nombre extraoficial que durante muchos años circuló por Internet para nombrar al casco inconcluso que luego se convertiría en el Liaoning, el primer portaaviones chino.

Cuando, en 1683, Shi Lang conquistó Taiwán para sus nuevos amos de la dinastía Qing, aquella fue la primera ocasión en que la isla pasó a ser gobernada por una dinastía china. Es cierto que durante el reinado del clan Coxinga la isla fue gobernada por primera vez por la etnia Han, pero debido a que en el continente la dinastía Ming ya había sido derrotada y sustituida por los manchúes, el reino de Tungning no puede ser considerado como el gobierno legal de los Ming en Taiwán, toda vez que la proclamación del reino insular se produjo cuando la dinastía continental ya había fenecido.

Comparando aquella situación con la actual, veremos que el papel que tanto China como Taiwán desempeñan en el enredo de las dos orillas del estrecho es muy similar, grosso modo, al de la dinastía Qing de los manchúes y el reino de Tungning.

En la actualidad, en Taiwán sigue existiendo el mismo Estado nacionalista —la República de China nacida en 1911— que gobernaba en el continente antes de trasladarse a la isla huyendo de las hordas rojas, de igual manera que el reino de Tungning fue fundado en Taiwán por soldados y civiles nacionalistas Ming que huían del invasor manchú en el continente.

Por su parte, la República Popular China y su gobierno coinciden con el papel desempeñado por la dinastía Qing, que tras vencer a los Ming en el continente, lanzó un ataque para conquistar Taiwán, algo que aún le resta hacer a la República Popular (esperemos que no llegue a ocurrir).

Nótese, empero, que tanto para los manchúes como para los comunistas de la RPC, la toma de Taiwán no fue ni podrá ser una reconquista, sino una conquista, puesto que Taiwán nunca estuvo ni ha estado bajo la soberanía de ninguno de esos dos Estados en el momento de su fundación.

Pintura que describe la flota del almirante Shi Lang en dirección a Taiwán pasando por las islas Pescadores.

El siglo XIX fue testigo de una serie de desembarcos militares en Taiwán realizados por potencias extranjeras. El primero, tercero de los seis que estamos narrando, lo realizó Estados Unidos, que solo por ello ya cuenta con más credibilidad que la fanfarrona República Popular China en cuanto a invasiones de Taiwán se refiere.

La operación yanqui pasó a los anales de la historia como la Expedición a Formosa o la Expedición a Taiwán de 1867. Una incursión punitiva lanzada por Washington contra los paiwán, una tribu indígena taiwanesa con tendencia a coleccionar cabezas. La expedición se llevó a cabo como represalia por el llamado Incidente Rover.

El incidente ocurrió en 1867 cuando una nave estadounidense homónima naufragó en la costa occidental de Taiwán. Tras haber sido arrastrados hasta el litoral por el fuerte oleaje, los 14 supervivientes del Rover (entre ellos una mujer) fueron atrozmente asesinados mediante decapitación por guerreros de la tribu paiwán.

A guisa de represalia, meses después del incidente una compañía de marines desembarcó en el sur de la isla y avanzó hacia el poblado paiwán donde, según se habían informado, habitaban los responsables de la masacre. Sin embargo, los indígenas se defendieron mediante el empleo de tácticas de guerrilla, emboscando, retirándose y volviendo a emboscar en repetidas ocasiones al enemigo.

Dibujo de una batalla entre marines y guerreros paiwán, publicada en el periódico estadounidense Harper’s Weekly en 1867.

A la postre, el comandante de los marines murió en combate y las tropas estadounidenses se retiraron a su embarcación debido a la fatiga y la deshidratación, mientras que los paiwán se retiraron de vuelta a la jungla. A pesar de que la Expedición a Formosa fue un fracaso desde el análisis estrictamente militar, el desembarco anfibio fue una operación exitosa y por ese motivo lo hemos incluido en esta lista.

La cuarta invasión exitosa de Taiwán corresponde al Imperio del Japón en 1874, si bien no sería la última puesto que los japoneses volverían a invadir en 1895. Su primer desembarco e invasión de la isla se conoce como la Expedición Japonesa a Taiwán de 1874 o Expedición a Taiwán.

Se trató de una breve operación de represalia para vengar el asesinato por decapitación de 54 marineros de las islas Ryukyu a manos de los aborígenes paiwán (anfitriones modélicos) en el extremo suroeste de Taiwán en 1871.

La fuerza expedicionaria nipona sufrió grandes bajas infligidas tanto por las emboscadas de los paiwán como por la malaria, pero los indígenas sufrieron aún más pérdidas debido al avanzado equipo militar de los soldados japoneses.

Los invasores nipones se retiraron después de que el gobierno de la dinastía Qing (por entonces Taiwán sí estaba bajo la soberanía del Imperio chino) acordara pagar una indemnización al Imperio del Japón.

Indígenas taiwaneses decapitados por otra tribu indígena aliada de los japoneses durante su dominio colonial sobre Taiwán.

Las expediciones estadounidense y japonesa convirtieron a Taiwán en un atractivo reclamo para el lanzamiento de campañas militares. Es por ello que, tras yanquis y nipones, en 1884 llegaron los galos con su Campaña de Keelung, que se desarrolló de agosto de 1884 a abril de 1885.

Fue una campaña muy controvertida incluso para los altos mandos militares franceses. La operación tuvo lugar en el contexto de la Guerra franco-china que la dinastía Qing y Francia libraron durante ese mismo período de tiempo.

La campaña gala comenzó con un desembarco anfibio fallido en Keelung (ahora Jilong, al norte de Taipéi) en agosto de 1884. A pesar de que los franceses destruyeron las tres baterías costeras que defendían el puerto y desembarcaron un cuerpo expedicionario de 2.000 hombres, pronto se vieron obligados a retirarse cuando una nutrida fuerza de tropas chinas llegó para reforzar a los defensores del puerto.

En noviembre y diciembre de 1884, el cólera y la fiebre tifoidea diezmaron a las tropas francesas, mientras que los refuerzos chinos llegaban a Taiwán a través de las Islas Pescadores, elevando la fuerza defensora a 35.000 hombres hacia el final de la contienda.

Sin embargo, en enero de 1885, el cuerpo expedicionario francés fue reforzado con 4.500 efectivos, gracias a lo cual obtuvo dos victorias tácticas contra el ejército chino en Tamsui y Keelung a fines de enero y principios de marzo de 1885. Tras ello, las fuerzas francesas atacaron las Islas Pescadores para privar a los defensores chinos de su plataforma de refuerzo.

En efecto, la caída de las Pescadores en manos francesas impidió que el ejército chino obtuviera refuerzos desde el continente, pero en ese preciso momento los gobiernos francés y Qing ya estaban alcanzando un acuerdo para detener la guerra, la cual se libró principalmente en la región del Alto Tonkín en el norte de Vietnam.

La Campaña de Keelung fue criticada con dureza por el almirante Amédée Courbet, comandante de la Escuadra naval francesa del Lejano Oriente, calificándola como estratégicamente irrelevante y grotesca utilización de la marina francesa.

El buque francés La Galissonnière bombardeando posiciones defensivas chinas en el puerto de Keelung.

Finalmente, en 1895, se produjo el sexto y último desembarco anfibio, conocido simplemente como la Invasión japonesa de Taiwán. Esta segunda invasión exitosa de Taiwán por el Imperio del Japón se realizó bajo los auspicios del Tratado de Shimonoseki tras la derrota de la dinastía Qing ante Japón en la Primera guerra sino-japonesa (1894-95).

El tratado obligaba a China a ceder la soberanía de Taiwán al Imperio del Japón, por lo que para hacer efectivo ese traspaso de soberanía, Japón tenía que ocupar la isla. No obstante, los funcionarios manchúes en Taiwán, encabezados por el Gobernador General, Tang Jingsong, rehusaron aceptar la aplicación del tratado y decidieron proclamar la República de Formosa, efímera entidad política que tan solo existió entre los meses de mayo y octubre de 1895.

La proclamación de dicha república obligó a los japoneses a ocupar Taiwán por la fuerza. La República de Formosa se declaró Estado vasallo de la dinastía Qing con la esperanza de que el gobierno manchú enviara tropas para defender la isla. Pero el Tratado de Shimonoseki obligaba a China a respetar los compromisos contraídos con el Imperio del Japón, y el Imperio Qing abandonó la isla a su suerte.

Tras sendos desembarcos anfibios por los extremos norte y sur de Taiwán y desde las islas Pescadores, las tropas niponas vencieron la escasa y débil resistencia manchú en la isla, la ocuparon y extinguieron la fugaz República de Formosa.

Las potencias occidentales con territorios cedidos o bajo arriendo en China fueron empáticas con la República en un principio, pero se abstuvieron de intervenir en su favor por temor a entrar en guerra contra el Imperio del Japón y, sobre todo, porque quedaron decepcionadas cuando la República de Formosa se declaró Estado vasallo de la dinastía Qing, lo que significaba que aquella entidad política no era verdaderamente democrática y solo pretendía continuar el gobierno manchú en la isla por otros medios.

La invasión nipona de Taiwán. Nótese que el desembarco en Fang-liao, en el extremo sur de Taiwán, coincide con el lugar de desembarco escogido para la Operación Causeway, cuyo mapa pueden ver abajo.

La Operación Causeway

Es evidente que, a fines de 1949, cuando la República Popular emprendió la liberación de las islas costeras del continente, el ejército chino aún desconocía la existencia del único plan moderno formulado para invadir Taiwán, y si lo conocía no llegó a leerlo.

En efecto, el único plan conocido que analiza la fuerza militar necesaria para conquistar Taiwán mediante un desembarco anfibio fue trazado por el ejército estadounidense hacia el ocaso de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.

En 1944, la Operación Causeway fue el plan estadounidense para recuperar Formosa (Taiwán) de las garras de 30.000 malvados soldados japoneses que, dicho sea de paso, se encontraban abandonados a su suerte. Con todo, la fuerza de invasión prevista ascendía a más del doble de los efectivos aliados desembarcados durante el Día D de la Operación Overlord en Normandía —400.000 soldados y marines que hubieran sido desplegados mediante 4000 barcos y lanchas de desembarco.

Sin embargo, en una reunión en julio de 1944 entre el presidente Roosevelt, el general MacArthur y el almirante Chester W. Nimitz, comandante en jefe de la Flota del Pacífico, los dos militares expresaron su oposición a la Operación Causeway y aconsejaron a Roosevelt abandonarla y poner en marcha el plan de MacArthur para la invasión de la filipina isla de Luzón.

Operación Causeway. La región escogida ya había sido objeto de un desembarco exitoso por el Imperio del Japón en 1895. Estados Unidos se encaramó a hombros de gigantes para diseñar la Operación Causeway.

Para ser justos con el gigante asiático, debemos reconocer que no todo fueron derrotas en su intento por conquistar Taiwán. En abril de 1950, dentro de la campaña para liberar todas las islas del litoral chino aún en manos del Kuomintang, Pekín realizó una operación de desembarco anfibio para ocupar la isla de Hainán, en el sur de China, frente al golfo de Tonkín.

Aprendida la lección, en aquella ocasión el EPL preparó el asalto a conciencia desde fines de 1949 y lo llevó a cabo con una fuerza de 120.000 atacantes transportada en 2135 juncos, sufriendo solo 4500 bajas mortales frente a la estremecedora cifra de 33.000 muertos del bando nacionalista.

De todas maneras, no debe caerse en la tentación de comparar el exitoso asalto a Hainán, realizado más de 70 años atrás, contra una isla de tamaño inferior, orografía distinta y a muy poca distancia del litoral continental, con la operación requerida para desembarcar en la costa occidental de Taiwán.

El EPL desembarcó y ‘liberó’ la isla de Hainán a bordo de miles de botes y juncos de madera.

Desembarco escabroso y pacificación compleja

Volviendo al contexto actual, con una fuerza de defensa potencial de 450.000 soldados taiwaneses, utilizando la proporción clásica de tres atacantes por cada defensor que se enseña en las escuelas de guerra, China necesitaría desplegar, grosso modo, 1,2 millones de efectivos (de una fuerza activa total de 2,3 millones) para invadir Taiwán. Se necesitarían miles de buques y lanchas para desembarcarlos, y hacerlo llevaría semanas incluso si la cifra fuera inferior.

Con todo, lo peor vendría a posteriori. Vencida, hipotéticamente, la resistencia militar taiwanesa, ¿cuántas fuerzas de ocupación serían necesarias para ‘pacificar’ a los taiwaneses? Seguro que en Pekín saben lo que a otros les ha ocurrido en Afganistán e Irak, y no hablemos de Vietnam.

Por ahora China solo posee una pequeña fracción de los buques necesarios para ejecutar un desembarco de semejante envergadura y carece de la capacidad para realizarlo en un futuro cercano. Pero la realidad es que tampoco existen planes actuales que sugieran que China tiene la intención de adquirir tal fuerza, si bien es cierto que eso podría cambiar.

Tampoco debe confundirse la frenética construcción de portaaviones y buques LHD y la modernización de la AEPL en general como prueba irrefutable de que Pekín está construyendo esa fuerza de combate requerida para la invasión, por la sencilla razón de que los números, a pesar de ser impresionantes, continúan siendo insuficientes.

A pesar de ello, es innegable que China está realizando avances notables gracias a la puesta en servicio de los buques de asalto anfibio/portahelicópteros Tipo 075 clase Yushen (LHD), de los cuales hasta ahora se han construido tres, dos ya entregados y en servicio y el tercero en pruebas de mar. China prevé construir un total de ocho buques Tipo 075.

Ocho unidades, también, son las que China ya ha construido de la clase de buques de asalto anfibio Tipo 071 Yuzhao (LPD). De hecho, a tenor de su clasificación ―buques de asalto anfibio― podemos asegurar que China nunca asaltará Taiwán antes de disponer de una nutrida flota de este tipo de buques.

Ceremonia de entrega y entrada en servicio del primer buque LHD de la clase Yushen Tipo 075.

No obstante, teniendo en cuenta que antes de una hipotética invasión, la AEPL debe sellar el estrecho de Taiwán por el norte y por el sur para impedir que Estados Unidos y los otros miembros del QUAD más comprometidos con la seguridad de Taiwán, como son Japón sobre todo y Australia en menor medida, acudan en ayuda de Taipéi, se hace patente que la mayor parte de estos buques LHD/LPD y sus helicópteros embarcados serían requeridos en operaciones de lucha antisubmarina desde el principio o poco después de iniciarse el asalto a las costas taiwanesas.

Otro tanto de lo mismo ocurriría con la flamante flota de portaaviones que Pekín está construyendo, amén de que al ser buques de alto valor estratégico para China, para el enemigo (Taiwán y los EE. UU. en este caso) serían un blanco prioritario.

Por tanto, los números siguen sin acompañar los sueños de China y la AEPL continúa sin disponer del número de buques y plataformas de desembarco anfibio necesarios para acometer tan compleja y exigente misión.

Asimismo, la orografía de la isla de Taiwán no invita a ningún tipo de asalto anfibio. Los escasos puntos del litoral occidental ideales para un desembarco están cercados por áreas montañosas próximas que se extienden a lo largo de los 400 km de longitud de la isla, con algunas elevaciones que alcanzan los 3000 metros, terreno ideal para que los defensores taiwaneses libren una guerra de guerrillas.

Otro detalle sin importancia, como lo son todos cuando el morbo y la obsesión contemporánea por el auge de China sustituyen al raciocinio: Taiwán carece de la infraestructura necesaria para sostener a más de un millón de invasores y sus necesidades logísticas, muchas de las cuales tendrían que ser suministradas desde el continente, requiriendo de un nivel logístico que cualquier experto sobre el ejército chino sabe que aún carece de él.

Taiwán y la defensa de erizo

Taiwán es un país fuertemente armado. En los últimos años, Taipéi ha suscrito nuevos contratos con Washington para el suministro de equipos y sistemas de armas, entre los que destacan la compra de 66 nuevos F-16 Block 70/72, 4 UAV armados MQ-9B Sea Guardian, 100 lanzaderas de defensa costera para misiles antibuque Harpoon Block II, 11 lanzacohetes múltiples HIMARS para misiles balísticos tácticos ATACMS (con 64 misiles) y 135 misiles aire-superficie SLAM-ER para los F-16.

No obstante, la sola compra de ‘sistemas’ no garantiza la disuasión contra China porque el continente aún está más armado que Taiwán. Es por ello que la estrategia basada en la adquisición y el despliegue de sistemas tanto ofensivos como defensivos es insuficiente.

Taiwán se encuentra a años luz de ser un país indefenso.

Taiwán difícilmente podrá disuadir a China si su contraataque se basa en exclusiva en el lanzamiento de misiles balísticos tácticos y misiles de crucero contra objetivos costeros o interiores del continente. Tampoco podrá repeler la operación anfibia contra sus costas tan solo por disponer de unos cuantos submarinos o misiles antibuque más en su inventario. Y por lo que respecta a su fuerza aérea, ídem.

Sin embargo, por un coste inferior al de la adquisición de sistemas convencionales clásicos, Taiwán podría erigir una capacidad de defensa de erizo o puercoespín, cuyo propósito, aludiendo metafóricamente a la manera como se defienden esos mamíferos, es contrarrestar la estrategia del enemigo e interrumpir cualquier ataque mediante el despliegue de medidas defensivas de grandes proporciones que causarían graves daños al agresor y así disuadirlo de un posible ataque.

En el caso de Taiwán, esta estrategia defensiva implicaría la combinación de una gran cantidad de drones y vehículos no tripulados junto a misiles antiaéreos y anticarro como los Stinger y los Javelin, así como minas marinas para impedir o penalizar duramente cualquier desembarco anfibio en primera instancia.

También se requeriría el uso de operaciones de guerra cibernética y de influencia anticomando y anticontrol, junto al uso intensivo del engaño y la desorientación para interrumpir y confundir el ataque enemigo.

Taiwán debería concentrar sus limitados recursos en alcanzar el grado óptimo de disuasión y, si esta fracasara, ser capaz de sobrevivir al primer ataque del EPL permaneciendo en condiciones de contragolpear decisivamente mediante el uso de contramedidas electrónicas, sistemas de comunicación descentralizados, desplegando unas fuerzas bien equipadas y entrenadas con gran movilidad y capacidad de ocultación.

Un enfoque defensivo de estas características aprovecharía las posibilidades de protección que ofrece la conformación particular de la isla y, asimismo, aumentaría las capacidades de defensa asimétrica con el fin de desalentar y repeler el mayor tiempo posible el desembarco chino, resistiendo eficazmente a la espera de una intervención del aliado estadounidense o japonés, de ambos, o de una coalición tipo QUAD o AUKUS. Tal estrategia complicaría sobremanera cualquier intento de China por tomar la isla manu militari.

Operación de alto riesgo político para Pekín

A diferencia de sus predecesores, el presidente chino Xi Jinping ha demostrado una mayor determinación en el deseo de reunificación, a pesar de que los dos Estados nunca han estado unificados. El informe del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh) en 2017 reflejó tal voluntad y entusiasmo, anunciando que el “gran rejuvenecimiento” de la nación china debe lograrse hacia 2049 (centenario de la RPC) y que la reunificación es condición sine qua non para ello. No obstante, es poco probable que China tenga alguna intención de buscar la reunificación por la fuerza a corto y medio plazo.

Tomar Taiwán por la fuerza puede ser rentable políticamente, pero podría pasar factura al líder chino actual o futuro.

La razón principal es que los riesgos políticos internos son muy altos si el uso de la fuerza no tiene éxito. Y, de hecho, no puede tenerlo. Habiéndose preparado para el conflicto contra el continente durante décadas, Taiwán ha fortalecido su capacidad defensiva. Más allá del factor castrense, la voluntad democrática de Taiwán es más fuerte que la determinación totalitaria de China.

Las encuestas muestran que el 80 % de los taiwaneses están dispuestos a defender la isla por la fuerza. La invasión nunca podría tener éxito porque no solo se trata de un desembarco anfibio que, quizá, pudiera ser exitoso, sino que tras esa operación, de por sí harto compleja, vendría la ocupación y la pacificación del pueblo taiwanés. Imposible no empantanarse en un cenagal tan profundo.

En el contexto del XX Congreso del Partido en 2022, Xi Jinping necesita un entorno político interno estable para garantizar la prolongación de su mandato como Secretario General del PCCh. Una política arriesgada hacia una incursión en Taiwán podría poner en riesgo la estabilidad interna, provocar el descontento público y una reacción violenta que podría acabar con su liderazgo y precipitar la caída del partido comunista en China. El politburó decapitaría sin dilación a cualquier líder que pusiera en peligro la existencia misma del partido.

Todavía existen otras opciones para la reunificación. En China hay quienes sugieren que la posibilidad de una reunificación pacífica aún no se ha perdido por completo y que Taiwán puede ser compelido a reunificarse a través del llamado “modelo Beiping”.

Este modelo se basa en el acuerdo alcanzado en 1949 entre el EPL y la guarnición del Kuomintang defensora de Beiping —ahora Beijing, la actual capital— para que los nacionalistas depusieran las armas sin oponer resistencia, evitando así un innecesario derramamiento de sangre.

Dicho modelo podría ser una opción a sopesar por Taipéi en el caso de que Pekín, consciente de la imposibilidad práctica de obtener el éxito en la invasión y posterior ocupación de la isla, ideara un ataque parcial a territorio soberano taiwanés, atacando únicamente las islas Quemoy y Matsu, que ahora sí está capacitada para someterlas por la fuerza.

No obstante, el uso de la fuerza podría ser innecesario si Taiwán aceptara una solución tipo modelo Beiping que, como contrapartida para Taipéi, incluyera la aceptación tácita por parte de Pekín de no invadir la isla de Taiwán.

Los archipiélagos Quemoy (Kinmen) y Matsu, territorios bajo la soberanía de la República de China.

Tras esa escenificación se podría alcanzar un alto el fuego muy beneficioso para ambas partes, puesto que China habría demostrado ante su pueblo y el resto del mundo que no bromeaba cuando aseguraba que un día invadiría Taiwán, mientras que la República de China conservaría su principal territorio y podría seguir existiendo como nación independiente de facto durante quién sabe cuántos decenios más.

Si alguien piensa que esta opción no tiene ningún sentido, entonces desconoce por completo la idiosincrasia del pueblo chino y la obsesión de sus líderes por conservar el prestigio, la reputación y las apariencias.

Prestigio, reputación y todos los logros acumulados por la RPC desde 1979 ―año en que Deng Xiaoping implementó la política de ‘Reforma y Apertura’ que convirtió a China en la fábrica del mundo al atraer la mayor inversión extranjera directa de la historia― serían también las víctimas propiciatorias de una agresión militar a gran escala contra Taiwán.

El daño para la economía china sería irreparable, no solo por las duras sanciones económicas que se aplicarían contra Pekín ―el único paralelismo correcto con la invasión rusa de Ucrania―, sino porque el primer y mayor afectado por el cierre de la navegación por el estrecho de Taiwán sería, sin la menor duda, la propia economía china.

Incluso en el supuesto de que Taiwán cruzara el Rubicón, es decir, si proclamara su independencia de China (de la República de China, no de la República Popular a la cual no pertenece ni ha pertenecido nunca) para Pekín sería más rentable mantener la calma o solo bombardear con fuego de artillería las islas Quemoy y Matsu, incluso sin llegar a invadirlas, y vender dicho ataque como ‘la invasión de Taiwán’ (los medios desde luego lo comprarían).

Las múltiples crisis del estrecho de Taiwán

Al fin y al cabo, siempre que China ha agredido a Taiwán lo ha hecho empezando por un ataque a las islas Quemoy, Matsu o ambas a la vez, aunque sin éxito alguno hasta el momento. Son las conocidas como ‘Crisis del estrecho de Taiwán’, y su número alcanza las cuatro si consideramos la visita de Nancy Pelosi a Taiwán como el detonante de una nueva crisis.

La primera, llamada Crisis del estrecho de Taiwán de 1954-55 o Crisis de Formosa, ahora conocida simplemente como Primera crisis del estrecho de Taiwán, se desarrolló en las islas Quemoy y Matsu, bombardeadas sin descanso por la artillería del EPL a pesar de las advertencias de Washington.

En aquella primera crisis, Estados Unidos llegó a plantearse el uso del arma atómica contra la china de Mao, y no sería la única vez. Finalmente, la crisis terminó con la china roja apoderándose (liberando, según Pekín) de la mayoría de islas del litoral chino aún en manos nacionalistas, a excepción de las susodichas Quemoy y Matsu. Como consecuencia de esta crisis, Washington y Taipéi suscribieron el Tratado de Defensa Mutua Sino-Americano, en vigor hasta el 1 de enero de 1980.

Tropas nacionalistas chinas y militares estadounidenses durante la Primera crisis del estrecho de Taiwán (1954-55).

La Segunda crisis del estrecho de Taiwán (1958) tuvo como escenario, de nuevo, el archipiélago de Quemoy. Pekín bombardeó con artillería pesada las posiciones del ejército nacionalista en Quemoy y, parcialmente, en Matsu. También intentó una operación de desembarco anfibio en la isla de Dongding, pero fue repelida por las fuerzas nacionalistas.

Con todo, en aquella ocasión, a sabiendas de que Taipéi contaba con el paraguas protector de Washington, el objetivo de China no era tanto liberar esos territorios sino poner a prueba el compromiso defensivo de Estados Unidos con Taiwán tras la firma del tratado de defensa mutua de 1955.

En principio, dicho tratado no incluía la defensa de las islas frente a las costas del continente. Sin embargo, el Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos decidió que era necesario defender las islas incluso si para ello se requería hacer uso de las armas nucleares (tercera amenaza de esta índole contra China si contamos la que se sopesó durante la Guerra de Corea).

Tras dotar a la aviación taiwanesa de los flamantes misiles aire-aire AIM-9 Sidewinder, mediante los cuales el bando nacionalista obtuvo la superioridad aérea sobre las islas Quemoy y Matsu, y después de que la artillería comunista agotara todos sus proyectiles, Pekín anunció un alto el fuego unilateral el 6 de octubre de 1958.

Entre 1995-96, China provocó la Tercera crisis del estrecho de Taiwán, la última crisis oficial hasta la fecha. En aquella ocasión, Pekín no tuvo la intención de invadir Taiwán, sino que lanzó dos andanadas de misiles balísticos contra las aguas que rodean la isla.

La primera fue lanzada en 1995, con el objetivo de recordarle al a la sazón presidente taiwanés, Lee Teng-hui, que su política exterior se estaba alejando peligrosamente del principio político de ‘Una sola China’.

La segunda andanada se lanzó para amedrentar y chantajear al pueblo taiwanés en vísperas de la elección presidencial de 1996. No obstante, el chantaje tuvo un efecto contraproducente y los taiwaneses reeligieron a Lee con un margen aún mayor que el previsto por las encuestas. Estados Unidos volvió a involucrarse en la defensa de Taiwán movilizando la US Navy en el Pacífico a un nivel jamás visto desde la Guerra de Vietnam.

A pesar de que el enorme despliegue de la marina estadounidense surtió el efecto esperado de disuadir al dragón rojo, también tuvo como consecuencia que el liderazgo chino, tras ser consciente de su inferioridad ante el Tío Sam, tomara la decisión de modernizar su armada, hasta entonces poco más que una flota de aguas verdes obsoleta y con muchas limitaciones. A veces es mejor no despertar al dragón…

Pero por desgracia no hay tres sin cuatro, parafraseando el dicho popular de origen pitagórico. Por tanto, es más que probable que la controvertida visita a Taiwán de Nancy Pelosi, presidenta del Congreso estadounidense, el 2 de agosto de 2022, acabe por elevar a cuatro el número oficial de crisis.

La por ahora extraoficial ‘Cuarta crisis del Estrecho de Taiwán’ debería narrar las inadmisibles amenazas de China (entre ellas, ¡derribar el avión de Pelosi!), los agresivos ejercicios militares de la AEPL alrededor de Taiwán y el libre tránsito de dos cruceros de misiles guiados de la clase Ticonderoga por el estrecho de Taiwán, en claro desafío a las advertencias proferidas por el bravucón rojo, el cual no ha hecho más que quedar en evidencia al haber sido incapaz de cumplir ninguna de sus pueriles amenazas.

El crucero de misiles guiados USS Antietam (CG-54), que junto al USS Chancellorsville (CG-62) cruzó el estrecho de Taiwán en desafío a los ladridos de Pekín.

Apuntes históricos a guisa de conclusión

En cuanto a la Operación de Libertad de Navegación (FONOP) organizada por la US Navy el 29 de agosto de 2022, por la que los dos citados cruceros Ticonderoga cruzaron el estrecho de Taiwán para desafiar a China, creemos interesante señalar un detalle que ha pasado inadvertido a todos los articulistas y expertos que analizaron la operación.

Si bien es cierto que, oficialmente, la clase de cruceros Ticonderoga recibe su nombre en honor a la Captura del fuerte Ticonderoga (1775) por milicias estadounidenses en la Guerra de Independencia contra el Imperio británico, también es cierto que en enero de 1945, un portaaviones estadounidense, el USS Ticonderoga (CV-14), fue dañado en un ataque kamikaze por dos aviones japoneses mientras navegaba por el estrecho de Taiwán en misión contra los aeródromos nipones en Taiwán y las islas Pescadores.

¿Anécdota histórica o mensaje para iniciados? Mensaje que bien pudiera interpretarse como un aviso a China para que no cometa el mismo error que el Imperio del Japón, que si bien consiguió causar graves daños a la US Navy en la Guerra del Pacífico y al USS Ticonderoga en particular, a la postre acabó sucumbiendo estrepitosamente ante la implacable maquinaria bélica estadounidense.

Nótese que las FONOP por el estrecho de Taiwán casi siempre tienen como protagonistas a destructores lanzamisiles de la clase Arleigh Burke. No obstante, en esta ocasión, los buques escogidos han sido, precisamente, dos cruceros de la clase Ticonderoga.

Es cierto que los Ticonderoga disponen de mayor desplazamiento y más armamento que los Arleigh Burke, pero no es menos cierto que son mucho más antiguos y se encuentran bastante desfasados respecto a las últimas unidades Arleigh Burke.

Cada uno es libre de sacar sus propias conclusiones o proponer distintas hipótesis, pero el autor de este artículo no cree en las coincidencias, aunque concede otra interpretación al casual envío de los dos Ticonderoga —recordarle a China que durante la SGM lucharon juntos contra el Imperio del Japón y que los Estados Unidos también sufrieron bajas humanas y materiales por defender y ayudar al pueblo chino, es decir, un mensaje conciliador en lugar de uno beligerante.

El USS Ticonderoga (CV-14) tras ser atacado por dos kamikazes en el estrecho de Taiwán en enero de 1945.

Con todo, la AEPL ha evolucionado sobremanera desde el fin de la tercera crisis, manteniéndose firme en su afán por construir una flota de aguas azules que le permita romper el cerco al que se ve sometida dentro del primer cinturón de islas (de las Kuriles a Borneo), cuyo epicentro —¡cómo no!— es Taiwán.

A pesar de ello, como hemos expuesto en este artículo, la guerra total contra Taiwán no es una opción viable, ni ahora ni en un futuro cercano, si el objetivo declarado es la conquista y el sometimiento completo del pueblo taiwanés.

Mientras tanto, China seguirá empleando tácticas híbridas, las cuales son la mejor alternativa a un ataque militar, y explorará formas de reunificar Taiwán con la República Popular sin derramar la sangre de sus hermanos del otro lado del estrecho.

Sin embargo, como colofón a este extenso y documentado artículo, queremos romper una lanza en favor de la US Navy y de las Armadas de todos los países libres de la región Indo-Pacífico.

Si bien es cierto que China ha conseguido que muchos analistas consideren que su Armada ya está a la altura de las principales potencias occidentales, no es menos cierto que la historia siempre pone las cosas en su sitio.

En efecto, entre 1881 y 1889, China adquirió una escuadra naval de ocho cruceros acorazados para modernizar la Flota Beiyang (Flota del mar del Norte [el mar Amarillo] o Flota Septentrional). Los buques fueron construidos de principio a fin en astilleros del Reino Unido y Alemania.

A pesar de que la Flota Beiyang solo era una de las cuatro flotas regionales de la Armada Imperial de la dinastía Qing, por sí sola igualaba en número de unidades a la todopoderosa Armada Imperial Japonesa.

La joya de la corona de la Flota Beiyang la componían los buques de guerra blindados (ironclad warships) de fabricación alemana Dingyuan y Zhenyuan. Eran el orgullo de la dinastía Qing de los manchúes, la última en gobernar China, y eran considerados los buques de guerra más potentes de la región.

De hecho, por aquel entonces se consideraba a la Flota Beiyang la más moderna y poderosa de Asia, incluso por encima de la japonesa. Tal clase de elogios y nivel de ensalzamiento para con la AEPL ya se viene dando desde hace un par de lustros. ¿Acaso la historia empieza a repetirse? Veamos qué le ocurrió a la Flota Beiyang.

A pesar de gozar de semejante fama, la Flota Beiyang finalmente sucumbió ante la Armada nipona en la Primera guerra sino-japonesa (1894-1895). En el conflicto, la Flota Beiyang, con el Dingyuan y Zhenyuan a la cabeza, se enfrentó a la Armada japonesa en distintas contiendas navales, tanto en mar abierto en el mar Amarillo como en la desembocadura del río Yalu en la frontera entre China y Corea. En todas ellas, la flota china se vio superada por el mejor adiestramiento (que no armamento) y mejor empleo de tácticas navales del enemigo nipón.

El crucero blindado Dingyuan tras ser alcanzado por un torpedo.

La mayoría de buques de la Flota Beiyang fueron hundidos o quedaron gravemente dañados e inutilizados en las distintas batallas de la guerra. El destino de los cruceros blindados Dingyuan y Zhenyuan, buques insignia y orgullo de la flota, fue tan dispar como cruel.

El primero, alcanzado por un torpedo en la Batalla de Weihaiwei, fue hundido por su propia tripulación para evitar ser reutilizado por los japoneses, mientras que el Zhenyuan, con un casco muy tocado pero aún a flote, no pudo eludir el sino que logró sortear el Dingyuan mediante su hundimiento intencionado.

Reparado por Japón entre 1896-1897 y rebautizado con el nombre de Chin’en, el Zhenyuan fue el único acorazado en servicio en la Armada Imperial Japonesa hasta la entrada en servicio del acorazado oceánico Fuji a fines de 1897. Para mayor inri, en 1900 sirvió de escolta a los buques japoneses de transporte de tropas durante la Rebelión Bóxer, conflicto que finalizó con la toma de Pekín y la Ciudad Púrpura Prohibida por tropas de la Alianza de las Ocho Naciones.

Considerado obsoleto al inicio de la Guerra Ruso-Japonesa en 1904, el Chin’en fue reclasificado como acorazado de segunda clase y sirvió como buque escolta, además de participar en el bloqueo naval de Port Arthur. El 10 de agosto de 1904 fue dañado por dos impactos de la flota rusa. Finalmente, el buque fue vendido como chatarra el 6 de abril de 1912 y desguazado en Yokohama en 1914.

El Zhenyuan (Chin’en) en un desfile naval de la Armada japonesa.

Damos por hecho que los chinos, tan amantes de la historia, no habrán olvidado aquella dolorosa derrota y en la actualidad no se contentarán solamente con creer y aparentar que su AEPL es invencible y todopoderosa, de la misma manera que, también damos por hecho, tampoco habrán pasado por alto el mensaje para iniciados enviado por Washington mediante los dos cruceros Ticonderoga en misión FONOP por el estrecho de Taiwán.

Mientras tanto, la República de China, aka Taiwán (o viceversa, como Uds. lo prefieran), sigue existiendo como país libre y democrático. Por el bien de todos, deseamos que lo sea por muchos años más.

Webgrafía

Taiwán-Ucrania

https://www.news18.com/news/opinion/taiwan-is-not-ukraine-why-it-makes-little-sense-for-china-to-attack-taipei-right-now-4818824.html

https://www.gzeromedia.com/viewpoint/taiwan-is-not-ukraine

Poderío militar taiwanés

https://www.globalfirepower.com/country-military-strength-detail.php?country_id=taiwan

Desembarcos fallidos y exitosos

https://en.wikipedia.org/wiki/Battle_of_Guningtou

https://en.wikipedia.org/wiki/Battle_of_Hainan_Island

https://www.researchgate.net/publication/318931032_Shi_Lang_the_Admiral

Crisis del estrecho de Taiwán

https://en.wikipedia.org/wiki/First_Taiwan_Strait_Crisis

https://en.wikipedia.org/wiki/Second_Taiwan_Strait_Crisis

https://es.wikipedia.org/wiki/Tercera_crisis_del_estrecho_de_Taiw%C3%A1n

Visita de Pelosi y cruceros Ticonderoga

https://www.lavozdegalicia.es/Pelosi abandona Taiwán tras una visita que cruzó la «línea roja» de Pekín

https://www.warhistoryonline.com/instant-articles/the-uss-ticonderoga.html?edg-c=1The Historic USS Ticonderoga (warhistoryonline.com)

Cruceros blindados Dingyuan y Zhenyuan

https://en.wikipedia.org/wiki/Beiyang_Fleet

https://es.wikipedia.org/wiki/Clase_Dingyuan

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