Los soldados del Batallón Colombia son los combatientes casi olvidados y, para muchos todavía desconocidos, de un conflicto bélico que ocurrió hace más de 70 años, a casi 15.000 kilómetros de distancia del país colombino.
Pocos saben que numerosos soldados colombianos participaron en la Guerra de Corea, el primer gran enfrentamiento armado de la Guerra Fría. Y en aquel momento, ni ellos mismos parecían saber de qué se trataba, puesto que muchos de aquellos militares creían que iban a Crimea o directamente desconocían hacia dónde partían.
La guerra estalla en Corea
Colombia fue el único país hispanoamericano, y de hecho iberoamericano o latinoamericano, que respondió al llamamiento de la ONU para apoyar a Corea del Sur tras la invasión norcoreana en junio de 1950. En cuanto a la participación de Puerto Rico, sus soldados lucharon encuadrados en el ejército estadounidense, por lo que no podemos incluirlos en esta, a la postre, singular lista.
El Colombia fue un batallón de infantería del Ejército Nacional de Colombia que sirvió bajo el Comando de las Naciones Unidas en Corea del Sur. Fue el primer contingente militar colombiano en combatir en Asia y estuvo encuadrado en las Séptima y Vigésimo Cuarta Divisiones de Infantería del Ejército de los Estados Unidos durante la Guerra de Corea, sirviendo de 1951 a 1954.
En total, el país suramericano aportó tres fragatas (las ARC Almirante Padilla, ARC Capitán Tono y ARC Almirante Brión) y un batallón de infantería, el Colombia, que a lo largo de sus tres años de participación sumó unos 4.750 efectivos, repartidos entre un primer contingente y tres relevos. Otras fuentes sitúan la cifra total en 5.100 militares, de los cuales 163 perdieron la vida, si bien también hay fuentes que establecen las cifras en 4314 efectivos y 130 o 131 bajas mortales.
Esa última cifra, la de 4314 efectivos, quizá pudiera ser la más correcta a tenor de que el primer contingente enviado a Corea contó con 1080 efectivos, y si multiplicamos esa cifra por 4 (puesto que hubo tres relevos) entonces nos resulta 4320. No obstante, desconocemos el número exacto de efectivos en cada relevo, por lo que dicho cálculo es pura especulación.
Estados Unidos esperaba que algunos países latinoamericanos aportaran una compañía de hombres, y que México, Argentina y Brasil, en particular, se comprometieran a aportar un regimiento cada uno. Si bien todas las naciones latinoamericanas apoyaron las acciones emprendidas por las Naciones Unidas, muy distinta fue la reacción en cuanto a comprometer sus tropas en un escenario tan alejado como el asiático, máxime sabiendo que en realidad se trataba de una lucha entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Además, y no menos importante, cuando no el motivo determinante, estaba el costo de embarcarse en semejante aventura. La participación de cada país implicaba que cada Estado cubriría los costos del despliegue y manutención de sus hombres. Los Estados Unidos suministrarían todo lo necesario sobre el terreno, pero al final le pasaría la cuenta a cada gobierno.
Contexto político en Colombia
El día 30 de junio de 1950, el presidente electo de Colombia, Laureano Gómez Castro, en un discurso ante la Sociedad Americana, sostuvo “su aprobación a una pronta y enérgica acción de los Estados Unidos en Corea y el apoyo irrestricto de su próximo gobierno en defensa de los derechos humanos.” Gómez Castro ofreció una unidad naval a las fuerzas aliadas y dos semanas más tarde agregó a su compromiso un batallón de infantería, que aún no se había creado.
A tenor de su odio visceral contra el comunismo, con este gesto Gómez Castro comenzaba a insinuar el apoyo militar que Colombia aportaría al conflicto coreano pero también había otras razones. Desde 1949, el ex presidente Ospina Pérez se había atrevido a clausurar el Congreso, que permanecía cerrado por las instigaciones de los congresistas liberales que buscaban expulsar a Gómez Castro del poder.
Colombia vivía en un estado de corte netamente dictatorial, a lo que habría que sumar el ultraderechismo reconocido del presidente electo, gran admirador de Mussolini, Franco y Hitler. Si a ese cóctel le agregamos el continuo desorden público, la Guerra de Corea fue quizá la oportunidad vista por Gómez Castro para congraciarse con Washington y a la vez obtener los suministros militares requeridos con urgencia por las Fuerzas Armadas de Colombia.
Creación del Batallón Colombia
El 28 de julio de 1950, el ministro de Guerra, Roberto Urdaneta, había ofrecido formalmente la aportación de una fragata de la Armada de Colombia, la Almirante Padilla. Tras ser aceptado su ofrecimiento, la fragata fue enviada de Cartagena a la base naval de San Diego (California), bajo el mando del capitán de corbeta Julio César Reyes Canal, con el fin de adelantar reparaciones, adecuar su equipamiento para la misión de guerra y entrenar a la tripulación. Tanto la Almirante Padilla como la Capitán Tono fueron desplegadas en Corea en dos ocasiones, mientras que la Almirante Brión solo lo fue en una ocasión. El total de efectivos, entre marineros y oficiales, destinados a Corea al servicio de las tres fragatas colombianas en sus distintos despliegues fue de 300 hombres.
Tras ser ratificado en el cargo por el nuevo presidente Gómez el 7 de agosto, Roberto Urdaneta formalizó el 14 de noviembre la oferta de un batallón de 1080 hombres a las fuerzas de las Naciones Unidas combatiendo en la península coreana. El Decreto 3927 de diciembre de 1950 creó, ex profeso, el Batallón de Infantería N.º 1 Colombia (BICOL 1) con destino al ejército de las Naciones Unidas en Corea. Pasaría a la historia como el Batallón Colombia o el Colombia, en su forma abreviada, familiar y coloquial.
Llegada a Corea del Sur
El 15 de junio de 1951 el Batallón Colombia hizo acto de presencia en territorio surcoreano bajo el mando del Teniente Coronel Jaime Polanía Puyo. Los colombianos viajaron por mar en el Aiken Victory, buque de transporte de la US Navy con base en la Bahía de Pusan. El Aiken había zarpado de Colombia en mayo y realizó una escala en Hawái antes de llegar a su destino. Al día siguiente el buque atracaba en el muelle y los militares suramericanos recibían la bienvenida por parte del presidente surcoreano Syngman Rhee.
Durante la ceremonia de bienvenida, al fondo de la misma se podía distinguir los pañuelos blancos de algunos soldados colombianos que habían sido transportados por vía aérea al no haber vuelto intencionadamente al Aiken Victory durante la escala en Hawái (posteriormente serían sometidos a un consejo de guerra). Los colombianos de inmediato se instalaron repartidos en un centenar de carpas que podían albergar cómodamente a diez hombres cada una. Los vecinos del batallón colombiano eran las tropas del contingente etíope.
El Colombia inició entonces un intensivo entrenamiento que ocuparía al batallón durante las siguientes seis semanas. Muchas de las armas les eran desconocidas, lo que entrañaba serías dificultades pues pasaban del manual de instrucciones a la cruda realidad del combate real. Con todo, al final del periodo de instrucción, el Batallón Colombia recibió una calificación de sobresaliente por los estrictos y exigentes instructores estadounidenses, demostrando que los colombianos estaban listos para entrar en acción.
El General Blacksheard Bryan de la Vigésima Cuarta División se convirtió en el nuevo comandante del Colombia, que bajo el mando del coronel hispano-estadounidense Ginés Pérez fue agregado al Regimiento 21.º de Infantería cerca de Chunchon, sobre el valle de Puk-han. Al estar el batallón colombiano en la reserva, sus tropas se dedicaron al entrenamiento y patrullaje contra acciones guerrilleras norcoreanas.
Bautismo de fuego
El coronel Ginés Pérez había insistido mucho en que el Batallón Colombia fuera integrado a su unidad. Como hispano quería comandar tropas de su misma ascendencia y lo había logrado. Así que quiso inaugurar al Colombia en combate el 7 de agosto de 1951, día de la batalla de Bocayá, con tres patrullas de reconocimiento ofensivo. El Teniente Coronel Polanía envió una compañía bajo el mando del capitán Álvaro Valencia Tovar. Los comandantes de pelotón fueron los subtenientes Rafael Serrano, Eduardo Arguello y Bernardo Lema. La patrulla sufrió once heridos tras ocupar el objetivo en su bautismo de fuego en Corea.
El 2 de octubre de 1951, la 24.ª División recibe órdenes de relevar a la 7.ª División en el frente. El coronel Ginés Pérez fue relevado por el coronel Vander Heide en el comando del Regimiento 21.º, unidad del Batallón Colombia. Comienzan las patrullas en el frente. El día 7 cayeron los primeros tres héroes, el Sargento Segundo Daniel Hurtado, el Cabo Primero Helio de Jesús Ramos Henao y el soldado Oliverio Cruz Herrera.
Dos patrullas se habían destacado. La primera alcanzó su objetivo y regresó sin novedad pero la segunda, al mando del Teniente Guillermo Peláez, al avanzar por el valle recibió fuego de morteros. Al regresar tomó contacto con una patrulla estadounidense en misión similar cuando los chinos incrementaron su fuego de granadas y morteros causando la muerte inmediata de tres unidades de los estadounidenses y del Cabo Ramos Henao. El Sargento Daniel Hurtado y el soldado Oliverio Cruz resultaron heridos, falleciendo antes de recibir los primeros auxilios mientras se los evacuaba.
Operación Nómada
Llegaría el 13 de octubre de 1951 para que el Batallón Colombia participara en la Operación Nómada. Tres pendientes escarpadas eran el objetivo. Los cerros 23, 24 y 25, que para los colombianos eran La Teta, Don Polo (en referencia a Polanía) y el Chamizo (en referencia al Teniente Valencia Hurtado). Las Compañías A y C tendrían como objetivo el Chamizo y Don Polo.
Saliendo antes del amanecer para aprovechar la oscuridad, el subteniente Raúl Martínez, al frente de la Compañía C, alcanzó su posición en La Teta antes de aclarar el día. A las 8:00 a. m. se dio la orden de atacar sin fuego de preparación para garantizar la sorpresa. Cayeron los primeros heridos: el cabo primero Jorge R. Vallejo, comandante del la Primera Escuadra, el operador de radio y cuatro soldados.
Las acciones de los hombres del Batallón Colombia durante la Operación Nómada merecieron el reconocimiento tanto del gobierno coreano como del estadounidense. Las citaciones presidenciales de ambas naciones permanecen adheridas a su bandera. El Mayor General Blacksheard Bryan, Comandante de la Vigésima Cuarta División, afirmó a propósito de la valentía, el coraje y el arrojo exhibido por los colombianos en dicha operación:
“He combatido en tres guerras y pensé que nada me faltaba por ver en el campo del heroísmo y de la intrepidez humana. Pero me faltaba ver combatir al Batallón Colombia.”
Tras pasar la primera navidad en las trincheras soportando un clima helado, el día 31 de diciembre de 1951 se desplegaron 3 patrullas con ordenes de cruzar las líneas enemigas. Correspondió al subteniente Camilo Torres Cruz comandar el tercer pelotón de la Compañía A, cuyo objetivo fue alcanzar los escombros de la aldea Cho So-ri, dos kilómetros al norte de los puestos de avanzada.
Los informes de inteligencia coincidieron con los hallazgos de la patrulla por lo cual Torres solicitó fuego de artillería sobre los objetivos descubiertos. La unidad se lanzó al ataque siendo impactados y muertos el cabo Gonzalo Sánchez así como el soldado Hidalgo. Sin embargo, se consiguió la toma de la posición.
La respuesta china al éxito operativo del Batallón Colombia en la Operación Nómada no se hizo esperar y devolviendo un intenso fuego se evidenció un contraataque de fuerzas superiores, por lo cual el subteniente Torres ordenó el repliegue para cubrirse con la defensa de la artillería propia. El fuego de ametralladoras enemigo hirió al soldado López y en el repliegue de toda la unidad hacia terreno seguro fueron heridos el cabo Duarte y dos camilleros surcoreanos.
Operación Thunderbolt
Tras la Operación Nómada, la siguiente operación de envergadura que implicó a los valerosos luchadores colombianos fue la Operación Thunderbolt. A partir del 11 de mayo de 1952, el general Lyman L. Lemnitzer desarrolló dicha operación en prevención de una posible ofensiva china.
Una impresionante potencia de fuego fue desplegada sobre los cerros 1100 y 400 con bombardeos aéreos complementando la artillería de la 7.ª División, a la que había sido adscrita el Batallón Colombia tras la Operación Nómada y el envío de la Vigésimo Cuarta División a Tokio.
En las proximidades del cerro 400, un tanque pasó por encima de una mina, quedando inutilizado y heridos sus tripulantes. El teniente Valencia (S-3 u oficial de operaciones) ordenó una misión de rescate, recuperando el vehículo averiado y poniendo a salvo a sus tripulantes. El Teniente Coronel Polanía Puyo recibió la solicitud del coronel Cox, Comandante del Regimiento, para que el S-3 del Batallón Colombia, capitán Álvaro Valencia Tovar, fuera asignado como miembro efectivo del Estado Mayor del Regimiento en calidad de S-3. Ese fue el único caso que se registró en todo el Octavo Ejército.
Operación Climber
El 10 de junio de 1952, el comandante del Batallón, Mayor Luís Etilio Leiva, recibió la orden de operaciones Top Secret para la Operación Climber. El objetivo era el asalto al temible cerro 400. La inteligencia militar hacia meses que no recibía nuevas informaciones pues no había recientes capturas de prisioneros con información valiosa. Urgía, por tanto, nutrir y actualizar con nuevas informaciones a los servicios de inteligencia.
La misión fue encomendada a la Compañía A del capitán Luís M. Galindo Vargas. Sus oficiales eran los tenientes Carlos E. Leaño Gómez, Jaime Garzón Garavito, Bernardo González Quiroz y los subtenientes Víctor H. Salguero Flores y Mario N. Bernal Avella. Bernal Avella, al mando del Tercer Pelotón, fue designado para el asalto a la posición. Leiva seleccionó un terrero similar en la retaguardia y allí ensayó la operación de asalto. Día y noche obligó a sus hombres efectuar las maniobras hasta alcanzar la perfección.
El 21 de junio, la Compañía A partió hacia el objetivo. Traspasaron las posiciones propias con efectivos estadounidenses y los pelotones primero y segundo se ubicaron en sus posiciones de apoyo, a trescientos y cien metros respectivamente. Veinte minutos después cruzó hacia el objetivo el subteniente Bernal con el pelotón de asalto. Faltando cincuenta metros, fue descubierto por el enemigo que reaccionó de inmediato con fuego de armas automáticas y granadas de mano.
Recibiendo fuego de apoyo ya acordado previamente, el subteniente Bernal lanzó el asalto con bayoneta calada para combate cuerpo a cuerpo. Antes de ocupar el objetivo todo fue un infierno ensordecedor: explosiones de artillería, morteros, granadas, tanques, cohetes y los disparos de ametralladoras y armas automáticas.
El subteniente Bernal lideró con gran ímpetu el ataque, seguido por los cabos Campos y Ospina, quienes a pesar de estar heridos continuaron avanzando en forma rauda y eficiente llevando al resto del pelotón. Tomado el objetivo, el soldado Pedro Alcántara Pira, saltaba emocionado en la cima ondeando una pequeña bandera tricolor hasta recibir un disparo que le provocó una herida no mortal. El pabellón tricolor fue recogido por el cabo Delgado, quien siguió ondeándolo hasta que los camilleros recogieron al soldado Alcántara.
Las bajas del pelotón de asalto fueron el soldado Juan de Dios Gómez, muerto con bayoneta por un chino y 15 heridos. En el pelotón del teniente González, el cabo segundo Miguel Sierra Suárez y el soldado Gilberto Melgarejo Pinzón, muertos por fuego de artillería. Para mayor desgracia sus cuerpos fueron capturados por el enemigo. En el pelotón del subteniente Salguero, el soldado Francisco Sanín Romero murió por heridas de metralla de mortero.
Los oficiales estadounidenses no salían de su asombro ante la valentía mostrada por los militares colombianos. El General Peabody, en referencia al asalto al cerro 400, comentaría que el General Lemnitzer le había dicho que era la mejor acción coordinada que había visto en toda su carrera militar.
La guerra ofensiva había terminado al final de la Operación Nómada. Las esperanzas para finalizar la guerra se redujeron a la mesa de conversaciones en Pan Mun-yung. El Octavo Ejército se dedicó a fortificar las líneas que habían alcanzado. A partir del segundo semestre de 1952, la guerra continuó pero en las trincheras. El ejército de las Naciones Unidas se dedicó a operaciones de constantes patrullajes y ataques de objetivo limitado.
El 29 de diciembre de 1952, el Batallón Colombia es trasladado al área de Konsong-gol. Seguía el mismo tedioso trajín de relevos periódicos que oscilaban entre áreas de reserva con sus correspondientes entrenamientos intensivos y paso a la línea de fuego en el frente, llena de patrullajes de combate diurnos y nocturnos, que ponían a prueba la tenacidad colombiana. Las bajas eran hombres heridos principalmente a causa del fuego enemigo lanzado de forma insistente sobre el frente.
Old Baldy
Ya en marzo de 1953, las misiones que más fama, pero también más bajas, le reportaron al Batallón Colombia en su actuación en Corea fue atacar y destruir las posiciones que se encontraban localizadas sobre el cerro 180 y la defensa del cerro Old Baldy. Con tres cimas que recibían la denominación táctica de 180A, 180B y 180C, se estimaba que el cerro 180 permanecía ocupado de día por un pelotón de fusileros chinos reforzado con dos ametralladoras punto 50 y dos morteros de 60 mm.
El comandante del batallón manejó oportuna y adecuadamente la acción. Se respondió con celeridad a las demandas de fuego y el tercer pelotón se desplazó con rapidez en apoyo del escuadrón de asalto, pero la resistencia china en el cerro 180 superó todos los cálculos. Las casamatas, que se suponían destruidas o al menos debilitadas por los fuegos de ablandamiento efectuados tres días atrás, estaban sólidas y había una excelente defensa. El apoyo de artillería del enemigo en los cerros vecinos indicaba un plan efectivo de las defensas chinas, de manera que la capacidad de combate colombiana se vio menguada por las cuantiosas bajas.
Con todo, el Batallón Colombia combatió ferozmente. Se estima que las bajas enemigas debido al combate cuerpo a cuerpo y al intenso apoyo que recibieron del batallón y de las puestas por el regimiento y división, superaron con mucho a las sufridas por la unidad colombiana. Contabilizadas las bajas, una vez llegados varios rezagados al puesto de reunión de heridos, estas fueron de 11 muertos, 43 heridos y 10 desaparecidos a los que se creyó caídos en manos enemigas.
Aunque la misión de capturar prisioneros y documentos no pudo cumplirse y el porcentaje de hombres y armamento perdido en la acción fue muy alto, el batallón cumplió la tarea encomendada. Comunicaciones interceptadas al mando enemigo confirmaron la realización del asalto y el combate cuerpo a cuerpo, pero la cantidad de bajas sufridas por los pelotones de asalto no permitió la toma y la conservación del objetivo.
Una nueva incursión no podría hacerse con menos de un batallón atacando varios frentes simultáneamente. Había fallado la inteligencia del Regimiento, un grave error cometido por el Mando del 31.o, que pagó su precio con la sangre de las valerosas tropas colombianas. El Colombia, a pesar de las pérdidas sufridas en el sangriento ataque al cerro 180, fue enviado dos días después al frente de batalla, relevando al 1.º Batallón del Regimiento.
El sector que le correspondió defender a la unidad colombiana era uno de los más difíciles del frente. En un peligroso sector de tres kilómetros que incluía el cerro Old Baldy o Monte Calvo (también Viejo Calvo), llamado así pues en un principio había tenido una zona boscosa en su cima, pero la aviación, artillería y morteros estadounidenses la había bombardeado hasta pelarla totalmente.
Desde 1951, Old Baldy había sido el escenario de varias batallas. Había sido ocupada por los estadounidenses y luego recuperada por los chinos en diversas ocasiones. Por un costado de Old Baldy venía una carretera que comunicaba directamente con Seúl. De allí la importancia estratégica del cerro: había que mantenerlo para evitar que la carretera cayera en manos del enemigo.
Desde su llegada, el Colombia recibió sin tregua el afecto amoroso del fuego de cañones, morteros y ametralladoras. A partir del día 20 de marzo comenzó un martilleo incesante de artillería china sobre las posiciones del 31.º Regimiento.
En Old Baldy, el Segundo Batallón se encontraba a la izquierda del Batallón Colombia y el Tercer Batallón estaba en el cerro Pork Chop, lo que colocaba a los colombianos en medio de los dos batallones estadounidenses. Un ataque de artillería china de esta naturaleza indicaba que se estaba ablandando el terreno para facilitar un ataque. Comunicaciones interceptadas y la llegada de desertores chinos confirmaron el ataque. La noticia fue transmitida inmediatamente al escéptico coronel Kern.
Dos regimientos chinos habían lanzado un ataque perfectamente sincronizado sobre Dale. Mientras se distraía al mando del Regimiento con el ataque anterior que tocaba al batallón estadounidense contiguo a la compañía colombiana, otro regimiento chino avanzó en medio de la oscuridad hacia Old Baldy y se situó en posiciones de asalto mientras caía una lluvia espantosa de artillería enemiga. El incesante bombardeo de ese y días anteriores habían logrado con creces sus objetivos de ablandamiento, destruyendo buena parte de las alambradas y minas y dejando las trincheras indefensas frente a un ataque directo.
Toda la noche se combatió ferozmente en medio de la confusión causada por la oscuridad y por la presencia de elementos de dos compañías colombianas en Old Baldy, pues el relevo, al no concluir mitad de la Compañía C, continuaba en el frente con mitad de la Compañía B. La situación defensiva no podía ser más débil. Un batallón chino completo atacando y dos compañías adicionales reforzándolo era una fuerza demasiado grande contra las tres compañías del Colombia.
El Batallón Colombia quedaba reducido a sus propios medios, sin capacidad de reserva para contraatacar. La Compañía A, que hubo de replegarse ante la ferocidad del ataque que precedió al de Old Baldy, se hallaba empeñada en recuperar la parte penetrada por los chinos con sus propias fuerzas. La B y la C, a mitad del relevo, se encontraban en tal confusión que nada pudieron hacer.
A pesar de tal adversidad, el Colombia estuvo a punto de quebrar el asalto chino, como se comprobó por una angustiada comunicación interceptada por la inteligencia de la División, en la que el comandante del batallón de asalto chino afirmaba que era imposible tomar la cota 266 (Old Baldy). La respuesta del mando chino fue inequívoca: tomar la cota o sufrir las consecuencias. Momentos después se anunció el envió de refuerzos.
En ese momento el comando de la División ordenó convertir en tierra de nadie el cerro y comenzó el bombardeo más intenso sobre Old Baldy. No obstante, el Batallón Colombia no había podido recuperar sus hombres rezagados, heridos o muertos. Todos quedaron a merced de la aviación estadounidense, inclemente en su bombardeo.
Por desgracia, en esta oportunidad todo estaba en contra del Batallón Colombia. Pero no fueron sus hombres sino los errores de los mandos estadounidenses y la apabullante superioridad numérica de las fuerzas chinas asaltantes los que causaron la pérdida definitiva del cerro. De los militares colombianos 95 habían muerto, 97 resultaron heridos y se registraron 30 desaparecidos. Más del 20 % del batallón había caído en Old Baldy. El 24 de marzo, al día siguiente del trágico combate, el Batallón Colombia fue relevado para su reorganización.
Discrepancias con los mandos US
El día 26 de marzo, la entereza y el aplomo del Colombia fueron puestos a prueba de nuevo al recibir la orden del coronel Kern de volver al frente. Una medida incomprensible para el batallón pues tan solo dos días antes había pasado por un infierno terrenal. Pero no hubo ni queja ni protesta, como, por otra parte, era de esperar. Se ejecutó la mal meditada orden con estoicismo y gran sentido del deber, algo que, a buen seguro, el comandante estadounidense del regimiento no supo valorar.
Las elevadas bajas en Old Baldy y la actitud del comandante del regimiento, el coronel Kern, deterioraron las relaciones con el comando del batallón colombiano. Kern sostenía que él podía disponer y mover la compañía de reserva estadounidense asignada al Batallón Colombia cuando lo necesitase y como lo creyera conveniente.
El coronel Ruiz Novoa le señaló que el mando estadounidense había aceptado que el ataque principal había sido contra el cerro 266 u Old Baldy y no contra Pork Chop, y que Kern se había equivocado al hacer rotar las compañías durante el inicio del ataque y luego al dejar al Colombia a su suerte sin la compañía de reserva y no haberlo consultado, ni coordinado, ni siquiera avisado al comandante colombiano.
El costo humano
A raíz de las enormes bajas sufridas por el Colombia, partió hacia Corea el Teniente General Régulo Gaitán Patiño de la cúpula militar colombiana. En el Comando Supremo de las Naciones Unidas, el coronel Ruiz Novoa expresó con contundencia su disgusto por la actuación del coronel Kern. Así el general Arthur Trudeau, comandante de la 7.ª División reasignó al Colombia al Regimiento 17.º y la unidad continuó con los Búfalos hasta el final de la guerra.
Al final del conflicto las estadísticas de la participación colombiana, según las fuentes más contrastadas, son 130 hombres muertos en combate, 448 hombres heridos en combate, 69 hombres desaparecidos en combate, 28 hombres prisioneros e intercambiados y 2 hombres caídos prisioneros y en poder del enemigo. El Batallón Colombia y el pueblo colombiano pagaron un alto precio por su participación en la guerra.
No obstante, su participación y sacrificio obtuvo recompensa en la forma de una larga lista de medallas y condecoraciones que muestran el valor demostrado por los soldados rasos y oficiales colombianos. De hecho, los hombres del Colombia dejaron muy alto el nombre de su país ante el resto de las Fuerzas de las Naciones Unidas al ser distinguidos por los Estados Unidos con 18 estrellas de Plata, 25 estrellas de Bronce con “V” de valor y una Citación Presidencial de Unidad (PUC por sus siglas inglesas), más otra PUC concedida por el gobierno surcoreano.
Héroe destacado
Si tuviéramos que escoger un héroe de entre la pingüe cosecha que sembró y recogió el BICOL 1 en Corea, sin duda ese sería el a la sazón cabo primero Nolasco Antonio de Jesús Espinal Mejía. En la actualidad retirado con el rango de coronel, el veterano de Corea Nolasco Espinal Mejía, apodado el Chamizo, inició su carrera militar como soldado voluntario, pero su notoriedad en el desarrollo de las actividades militares pronto le permitió ascender a suboficial.
Siendo cabo primero partió a la Guerra de Corea, conflicto en el que protagonizó una preponderante acción en combate que lo hizo merecedor de la medalla de Plata de los Estados Unidos. A su regreso, el cabo Nolasco, a petición unánime de sus comandantes en Corea, fue admitido en la Escuela Militar de Cadetes, donde se graduó primero de su promoción y se convirtió en oficial del Ejército Nacional de Colombia.
Vuelta a casa
Los últimos efectivos del Colombia regresaron a casa entre 1953 y 1954. En noviembre de 1954, el a la sazón presidente de Colombia, el general Gustavo Rojas Pinilla, pronunció un discurso de bienvenida ante el último contingente militar llegado de Corea del Sur. En él exaltó la participación colombiana en los mismos términos que otrora lo hiciera Laureano Gómez Castro en el discurso de despedida al Colombia del 12 de mayo de 1951.
Algunos ex integrantes del Colombia, especialmente suboficiales, continuaron sirviendo en el Ejército Nacional. Parte del resto, sobre todo los soldados rasos incapacitados para la vida militar tras caer heridos en Corea y que volvieron a casa en los primeros dos relevos, creyó que su condición de veteranos los ayudaría a encontrar un trabajo decente con el que reincorporarse a la vida civil. No obstante, la mayoría de ellos fueron víctimas de la lacra del desempleo que tanto afecta a los veteranos de cualquier país y guerra.
Injusta inversión de roles: de héroes a villanos
Finalmente, a pesar de todas las medallas, condecoraciones y menciones ganadas a pulso por los hombres del Colombia, la memoria del Batallón quedó marchitada en su propio país por la supuesta participación de algunos de sus ex miembros en la represión de las manifestaciones estudiantiles en el marco de La Violencia, nombre con el que en Colombia se conoce al período entre 1948 (año del Bogotazo) y 1958, y en el que se produjeron choques armados entre partidarios del Partido Liberal y del Partido Conservador.
Entre el 8 y el 9 de junio de 1954, unidades del Ejército Nacional reprimieron una manifestación en la que resultaron muertos 12 estudiantes de la Universidad Nacional que protestaban por la muerte de Uriel Gutiérrez Restrepo, cuya muerte supuestamente habría sido causada por miembros de la Policía Nacional en una manifestación anterior. Uno de los estudiantes de la protesta declaró, en una entrevista para el periódico colombiano El Tiempo, que los soldados del Ejército Nacional, según él veteranos de la guerra de Corea, abrieron fuego de manera indiscriminada.
Resulta curioso, cuanto menos, que un estudiante universitario de la época, una en la que no existían las redes sociales y en la que la difusión de imágenes era infinitamente menor que ahora, pudiera reconocer a veteranos del Colombia en mitad de una manifestación estudiantil y en el fragor de la actuación de las fuerzas del orden. Preguntarse cómo lo hizo sería formular una pregunta retórica.
Los veteranos del Colombia, por su parte, trataron de desvincularse de lo sucedido emitiendo una serie de comunicados a la opinión pública, pero aquella acusación y su imagen mental persistiría en el imaginario nacional y en la memoria colectiva, repercutiendo muy negativamente en la percepción del pueblo colombiano sobre el Batallón de Infantería N.º 1 Colombia.