Emprendemos aquí la publicación por partes de la historia de la dinastía Qing (清朝, qingchao) o dinastía manchú, la última monarquía imperial en gobernar China (1644-1912).
En este ensayo, empero, no pretendemos sino ofrecer una sucinta exposición acerca de tan extenso periodo histórico. Las siguientes líneas presentarán al lector la estructura del trabajo y el contenido de las distintas partes que lo componen.
China sufrió un cambio fundamental desde el punto de vista histórico durante el periodo de dominación manchú, puesto que en el año 1840, a causa de la Primera Guerra del Opio (1839-1842), la historia de China por fin entró en la Era Moderna (近代史, jindaishi).
No obstante, como preámbulo a la narración de la conquista de China por los manchúes, en la parte I hemos incluido dos puntos dedicados, respectivamente, al origen y la evolución del pueblo manchú (el antiguo pueblo yurchen), más una breve exposición del ocaso de la dinastía Ming y su empeño por ofrecer resistencia hasta el final contra la imparable acometida de los bárbaros del norte. También se analizará la convivencia interétnica entre los nuevos gobernantes y los chinos Han una vez conquistada China.
El punto titulado «Los grandes emperadores manchúes», último de la primera parte, reviste una gran importancia histórica, puesto que durante el reinado de los venerados emperadores Kangxi, Yongzheng y Qianlong (康熙, 雍正, 乾隆) China alcanzó el máximo desarrollo económico, político y militar de su historia, extendiendo su dominio e influencia hasta límites nunca vistos: se conquistó el Tíbet, toda Mongolia (interior y exterior) y el Turquestán Oriental, que a la sazón no solo incluía el territorio del actual Xinjiang (rebautizado así por los manchúes), sino también parte del territorio de las actuales Repúblicas del Asia Central.
Durante el reinado de aquellos tres emperadores, China no solo expandió sus fronteras y acrecentó su influencia geopolítica, sino que la administración, la economía, la industria y el comercio (limitado con el exterior, eso sí) alcanzaron nuevas cotas de eficiencia y crecimiento (véase la parte II), mientras que las artes, la literatura y la cultura en general alcanzaron también altos niveles de refinamiento, llegando al cénit durante el reinado del emperador Qianlong (véase la parte III).
Por último, en la tercera parte hemos añadido un capítulo sobre la traducción durante la dinastía manchú, por ser este el campo de formación del autor. Al contrario de lo que cabría pensar, la profesión de traductor no aparece en la dinastía Qing a partir del contacto entre China y Occidente, sino que forma parte de la idiosincrasia de una dinastía que, huelga decirlo, fue multicultural y multilingüe desde su advenimiento.
La historia de la dinastía Qing a partir de 1840 será analizada en una serie de artículos que se iniciará con el dedicado a las Guerras del Opio. Con ellas comienza el ocaso inexorable de una dinastía que, a causa de la corrupción generalizada en el seno de la corte y del mandarinato, acabaría sumiendo a China en una etapa continua de guerras tanto internas como de agresión extranjera.
Así pues, y por orden cronológico, en dichos artículos se tratarán las dos Guerras del Opio, la Rebelión Taiping y los dos movimientos reformadores impulsados por la corte, el Movimiento de Extranjerización y la Reforma de los 100 días, el primero de carácter reaccionario y el segundo auténticamente progresista, los cuales, debido a su fracaso y a la bulimia depredadora de las potencias coloniales, tuvieron como corolario la Rebelión Bóxer en 1900.
Finalmente, acabaremos con un artículo en el que se estudiará la Revolución de Xinhai, que entre octubre de 1911 y febrero de 1912 provocó la caída del Imperio, la abdicación del emperador Puyi, el tristemente célebre último emperador de China, y el nacimiento de la República de China presidida provisionalmente por el doctor Sun Yat-sen antes de que el astuto y taimado general Yuan Shikai le usurpara la jefatura del Estado.